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Aplausos. Cómo aplaudir. Curiosidades

Todos sabemos en la práctica qué es un aplauso, y sabemos llevarlo a cabo. Es más, podemos aplaudir grave, agudo, rápido, lento, con dos dedos, con toda la palma.... ¡Vaya recurso expresivo acabo de encontrar!

Aplaudimos para transmitir, generalmente en público, nuestra aprobación tras un concierto, discurso, obra teatral o quizás la actuación espontánea de alguien. Incluso podemos medir la opinión del público según la intensidad y duración del aplauso: no es lo mismo un aplauso bien ruidoso, pleno y prolongado que uno más bien débil, con leves pausas de silencio y corto. ¡Sobra decir que cualquier artista busca el mayor aplauso posible!

¿Sabeis que los niños y los chimpancés aplauden espontáneamente?

Observando este fenómeno más de cerca, y gracias a la experimentación de cada uno por lo cercano de este recurso (solo hay que entrechocar las manos), generalmente se percibe el aplauso como una forma aleatoria de crear ruido, pero si estamos atentos siempre observaremos a alguien cercano palmeando al mismo ritmo que nosotros. ¿Por qué? Nuestra el oído humano tiende a lo que consideramos como "armonioso", lo sincronizado, lo que "suena bien"; unido a la acción natural de copiar, observar que otra persona lo hace como nosotros lo entendemos como que lo que hacemos lo hacemos bien y es socialmente aceptado.

¿Y qué es socialmente aceptado? En cada cultura existen ciertas convenciones sociales. Por ejemplo, en la cultura occidental en un concierto de música clásica está mal visto el aplauso a mansalva.
La "norma" es que no se puede aplaudir más que al comienzo del concierto y al final de cada obra, nunca entre movimientos. ¡Si aplaudes entre movimientos te mirarán mal!
Pero esto no ha sido siempre así. En el siglo XVII cuanto más ruido se hiciera, acompañando a los aplausos chasquidos, pisotones, silbidos, etc., más aprobación se mostraba. Además hasta hace poco más de un siglo se aplaudía entre movimientos de una misma obra y, cuanto más largo fuera el aplauso, más satisfacción para el artista y compositor. Beethoven por ejemplo escribía contundentes cadencias para ganarse así el aplauso. Además tenemos documentada una queja de Brahms porque nadie aplaudió en el estreno de su primer concierto para piano.
En la actualidad, en ciertas ciudad como Berlin, en los teatros prohíben el aplauso durante el total del espectáculo y antes de la bajada del telón.
En China a menudo se aplaude a los visitantes como signo de bienvenida. La costumbre es devolver el aplauso.


Un tipo de aplauso muy curioso, y efectivo dicho sea de paso, que en España no se usa es el llamado aplauso americano. Se trata en que el público primero aplaude al azar, como todos estamos acostumbrados, pero si ha gustado mucho, de repente alguien (o varios) comienzan a aplaudir muy lento, todo el público se sincroniza y poco a poco se va subiendo la velocidad hasta terminar en una ovación. La primera vez que lo vi fue en Hungría, pero también lo he vivido en Rumanía, Francia e Inglaterra, debe estar bastante generalizado en Europa.

El aplauso más largo de la historia ocurrió en 1991 y lo consiguió un español, Plácido Domingo tras la interpretación de Otelo en Viena. ¡¡El público aplauidió durante 80 minutos ininterrumpidos!! El tenor tuvo que salir hasta 101 veces al escenario.

Yo creo que el aplauso forma parte del espectáculo en sí; para mi vale más un aplauso caluroso y afectivo que no un aplauso perfecto (como muchos duchos en música clásica exigen). Lo que está claro es que en el arte todo es subjetivo.

Referencias:


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